jueves, 16 de octubre de 2014

- Capitulo 12-

- Buenos días desde el infierno -

Un nuevo día se abría paso y los primeros rayos de luz asomaban por los ventanales de la clase de técnico. Me acariciaban suavemente la cara pero aun así  molestos, sin piedad. Abrí los ojos, divisando todo lo que había a mi alrededor. Ahí estábamos, seguíamos vivos aunque algo empanados por el madrugón.
Diego, al cual le había tocado la última guardia, se había quedado dormido, aunque era normal, habíamos pasado un infierno.


Me quedé pensando durante un buen rato << ¿Que nos estaría preparando la muerte para castigarnos hoy? ¿Sería tan agónico y terrible como ayer? ¿Perderíamos a alguien más? ¿Tendríamos oportunidades de vivir? Necesitábamos agua y comida, ¿donde la podríamos conseguir? También necesitábamos nuevas armas, ¡Teníamos que llegar al gimnasio del instituto¡ ¿Seriamos capaces de conseguirlo? No había tiempo. Si la muerte nos quería matar tendría que esforzarse, no se lo íbamos a poner fácil. Lucharíamos por nuestra vida y, nunca mejor dicho, seria lo último que haríamos.>>


Teníamos que ponernos en marcha.




lunes, 13 de octubre de 2014

- Capitulo 11-

- Ríos de sangre -

Un reguero de sangre corría por su brazo formando un gran charco, tiñendo el suelo. Ella apoyada en la pared, pálida, luchando por su último aliento, nos miraba esperando a que hiciésemos algo. Estábamos inmóviles frente a ella esperando a su inevitable transformación. Alguien tenía que darle muerte al monstruo en que iba a convertirse Marina.
Sin apenas fuerzas, un sutil hilo de voz se derramó de sus labios.
-"¿Quien lo hará?"-
Un escalofrío nos recorrió el cuerpo, desde el tobillo hasta la nuca. Conseguir separar los sentimientos del deber. Nos miramos uno por uno fuimos agachando la cabeza, evadiendo total responsabilidad ante el brutal acto que debía de cometer uno de nosotros. Al final, Alba con determinación tomó la iniciativa y se encaminó al lado de Marina, dando a entender que sería ella la que asestaría el golpe final en la nuca de su amiga. Cogiendo el arma que empuñaba Diego, se sentó y le dirigió unas palabras que ninguno llegamos a entender. Asintió midió bien el golpe, para que fuera una muerte en el acto, sin sufrimientos y con la sangre fría que acompaña a un ejecutor, le quitó la vida como en un suspiro.